26 junio 2006

Miércoles de Ceniza

I
Porque no espero volver
Porque no espero
Porque no espero volver
deseando los talentos de un hombre y la visión de otro
ni dar lucha por luchar por tales cosas

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Estoy viviendo un largo miércoles de ceniza. Contrariando el ritmo de los tiempos sagrados, cada miércoles de ceniza que vivo da paso a una breve cuaresma, un interminable calvario y luego me deja clavada en la cruz. Nadie quiere hacer la obra de misericordia de bajarme de ella y llevarme al sepulcro, por lo que mi ciclo se reinicia con el ritual de las cenizas. Y no espero volver a la vida que tuve, ni voy a seguir dando batallas por las cosas que viví y la gente a la que amé.
Pues todos me traicionaron. Judas se vistó de marido, padre y madre, de hermana y, finalmente de hijos. Los que llevan mi sangre han renegado de mí; como Caín, han sentido celos de que Dios recibiera mi ofrenda con mayor agrado y no se detendrán hasta ver mi carne lacerada y mi sangre derramada. Como éste, cuando les pregunten dónde estoy responderán: ¿es que acaso debo cuidar a mi hermana? Sí, debían, como yo los cuidé, delicadamente, en singular, sin reservas ni postergaciones, en un largo presente continuo.
Luego no habrá lugar para los lutos ni las lágrimas. Sólo mi perdón y el perdón de Aquel de cuyos ojos nadie puede huir, podrá llevarles alivio a la agonía de sus horas.