29 abril 2006

Quién me ha robado el mes de abril


Para el aniversario de mi nacimiento, unos días antes o después, comienzan las lluvias de otoño y se encienden las estufas. Nací un 25 de abril; esta noche ha comenzado a llover persistentemente, hace tres días encendieron la calefacción de la casa de deparamentos donde vivo.
Año tras año estos días me alcanzan con un sorprendente cambio de ánimo. Me vuelvo extremadamente melancólica, por momentos me siento asolada por una tristeza infinita. Los deseos de celebrar escapan rápidamente y se esfuman entre veinte mil excusas. Me siento más sola que nunca. Seguro que así estuve cuando vine a este mundo: desamparada, vulnerable, haciendo la mayor parte del trabajo que demandaba mi nacimiento. Mi madre no me ha llamado por teléfono pero supongo que me ha recordado.
Más allá de esta soledad trizada por los truenos que sacuden los cristales, el tiempo se ha detenido y "el día de mi cumpleaños" se perfila nuevamente en mi memoria formando una red en la que se entreteje mi existencia. Mientras, la fina telaraña de la lluvia sigue mostrándome que, desde mi comienzo, suspendidos entre sus hilos, pueden verse cada uno de mis días reflejados en sus gotas diamantinas.
Como la ballerina que aparece en el bosque luego de los días húmedos y lluviosos, a pesar del frío, brotando entre los troncos de los árboles caídos, la hojarasca y las piedras, vuelvo a erguirme año tras año cuando el mes de abril deja caer las últimas hojas del almanaque.