02 abril 2006

El mes de abril

Entre la primavera que comienza a florecer el mes de abril en el norte, y el otoño que cubre de hojas maduras el sur, nací yo. Hube de hacerme grandecita para aprender que mi cumpleaños no cae en primavera sino en otoño, pero tuve la fortuna de crecer en un lugar donde el otoño abre las puertas de un espacio soñado.
Me adentré en la vida pisando la crujiente hojarasca que derriba el viento y luego la lleva de un lado a otro, después que hubiera pasado del verde al rojo, del rojo al anaranjado, de éste al amarillo y, finalmente, antes de caer, al cobrizo-dorado con el que permanece en el suelo, en los parques y a las orillas de los caminos, hasta que las heladas y la nieve la deshace llevándola consigo hasta la matriz de la tierra. Desde allí brotarán y florecerán las plantas y los árboles y fructificarían antes que, para la fecha de mi nacimiento, tornen al rojizo y dorado otoño.
Hojas amarillas y geranios aflorados pendientes de los balcones, es la mezcla con que se encarnó mi vida en el advenimiento a este mundo. Maravillosa fusión que sigue estremeciéndome y en cuyo misterio me apichono para germinar año tras año. Ya llegó mi mes, estoy en las vísperas de arribar al tiempo.

Adelante de mí se abre otra vez el camino de la vida. Y debo confesar que me fascina transitarlo cubierto de esas hojas que ponen música a mis pasos.