27 marzo 2006

Todos los mundos se han callado


Sí, creo que ya soy un árbol
porque anteayer amanecí muda
y desde entonces
no he pronunciado un grito
ni he gritado un sollozo
no murmuré tu nombre,
-ni con dulce mirada dibujé
tu rostro-
no nombré los susurros
que apacientan tus labios
ni lancé el estertor
que exhalan
antes de morir los muertos
Ya no tengo palabras
pero se que estoy viva
aunque todo está mudo
y todos los mundos
se han callado junto
a mi silencio

Y ayer, a la hora del ocaso,
unos pequeños pájaros
buscaron refugio
en mi regazo…
Permanezco inmóvil
pero no estoy quieta
Es que un agitar de hojas
se me desatascó en el pecho
para sosegarse sólo
en esta suave brisa
que me envuelve
presagio de un otoño
que como todos los mundos
aguarda su hora
en el silencio.

Tal vez la noche antes
de anteayer, mientras dormía
compadecidos de mi soledad
los sueños me llevaron
en volandas
hasta aquella desolada plaza
y en su único árbol mi corazón
pusieron
en su interior -vegetal matriz-
algún lejano y piadoso día
tal vez,
vuelva a brotar en él
un flujo de palabras, exiguo,
ligeramente leve

Parco como estas leves
gotas que brotan en mis hojas
imperceptibles
apenas tibias
y evidentes

-¿Es que llora el follaje de un árbol
acostumbrado a las soledades
y tristezas?-

Sigilosa la tarde
se ha tornado insonora
no hay palabras
murmullos
nada
hasta el crepitar del fuego
del crepúsculo
ha cesado
sólo se oye el respiro
del silencio.