20 abril 2006

La última pesadilla


Mi primera pesadilla de adulta fue con una manada de caballos. Hasta hoy perdura en mí el espanto de huir mientras me perseguían y correr entre sus patas, enceguecida por el polvo, esquivando agujeros taladrados en una tierra ocre y reseca. Tal vez ésta, la que estoy viviendo despierta, sea la última. En ese caso, ya no habrá más caballos en mis sueños, ni huidas ni carreras. Sólo existirá mi sangre, mi sangre derramada en mi tierra, la mancha oscura que crecerá a los pies del laurel y que día tras día y noche tras noche les gritará mi ausencia; como mi pecho, se desgarrará en grietas circulares en torno al tronco. La tierra no dará más frutos que los que quiera ofrecerles mi vida, vertida entre los estertores de mi corazón, sonando al compás de vuestra horrible violencia.