29 abril 2006

Hacer memoria

Recuperar la memoria del camino recorrido -la vida que he hecho- es algo que en estos últimos meses se ha convertido casi en una clave de mi existencia. Me dijeron, hace poco, que me concentrara en la memoria para contar con las fuerzas para abrir el camino hacia el futuro. Esa tarea me ha convocado a pensar sobre un tema que desconocía. Para mí, memoria eran los recuerdos del pasado, pero evidentemente no es a eso a lo que la indicación se refería.
¡Recuerda! es una exhortación bíblica, leí, que Dios le hace a su pueblo, un poco como reclamo y otro poco como reproche, o como reproche amoroso.
Hoy he leído que recuperar la memoria salutis de nuestro caminar tiene que ver, fundamentalmente, con contemplar o releer lo ocurrido, volver los ojos de una manera nueva a los lugares transitados, a las fuentes de reconocimiento. Porque en esos sitios encontraremos quiénes somos desde una nueva forma de comprender-nos y de poner-nos frente a la realidad del sí-mismo.
La pedagogía de la memoria es la dinámica que vivifica la propia existencia; hacer memoria de un misterio que supera nuestro modo de comprender.
Hemos perdido -leí- progresivamente, el sentido del misterio en nuestras vidas, en nuestro seguimiento. Hemos sido invitados por una infinidad de estímulos a desistir de lo profundo, a emigrar de la interioridad, a instalarnos en la superficie, a evitar el esfuerzo, la generosidad, el sacrificio que conlleva ir hacia lo más originario de las cosas, del mundo, de los otros. Dicho de otro modo, nos hemos olvidado de cultivar esa sabiduría de transitar de la superficialidad interior a la concentración, de la dispersión a la unificación y de la confusión a la clarificación de uno mismo. Hemos perdido la fuente porque no tenemos sed de misterio.
Hacer memoria es caminar en la dirección de ahondar, profundizar la vida espiritual entendida de modo integral, es decir, de poner la biografía personal y comunitaria, en la máxima tensión de libertad que seamos capaces, para escuchar al Espíritu hablarnos al corazón...
La primera clave que vislumbro en este itinerario de búsqueda es beber del cántaro de la memoria que despierta y aviva nuestra sed de ser nosotros mismos. Es la memoria del corazón la que fija los signos de las cosas vividas, la que nos enseña lo que somos, la que nos configura. Tenemos que rehabilitar el ejercicio de la memoria contra el perezoso y fácil olvido de la experiencia.
(Aquí he incluido algunos textos de Para encontrar la fuente, solo la sed nos alumbra, de Haydeé Herrera, op; Rev. Caminos -de CONFAR-)