30 agosto 2006

Romance del desencuentro


Romance del amor triste.
Los otros pueden buscar
tu compañía, serenos.


Por los caminos del mundo,
A pleno sol. Bajo el día
te encontré, tarde y ajeno.
cruzado de luz y viento.


Por eso todo el dolor
los otros pueden andar
multiplicado en el pecho,
a tu lado en el contento.


Por eso las largas noches
y compartir pan y llanto.
quebrándose en el silencio.
Vino. Y rosal. Y cerezo.


Por eso crecer el alba
entre vigilia y desvelo,
pero yo, la que te quiere
con un sollozo que muerde
desde la voz a los huesos.
y otro que ahoga por dentro.


Desde la risa a la sangre.
desde la lágrima al beso,
yo debí ser otra cosa
no puede darte su sombra
en tu vívido sendero
como el árbol de tu huerto.


Algo tuyo desde siempre.
no puede cuidar tu casa
ando adherido a tu suelo,
como la cuida tu perro
con apretadas raíces.


No puede andar de tu mano
y dos alas para el vuelo
por los caminos abiertos,
como el amigo de la infancia
el árbol frente a tu casa,
que está contigo en el tiempo.


La dulce amistad del perro.
El libro que más codicias.
No puede, desnuda y alta
O tu mejor compañero.
mostrar su amor verdadero,
aquel, que desde la infancia
como una heróica bandera
está contigo en el tiempo,
custodiada por el fuego.


Yo debí ser eso tuyo
no puede en la noche sola
tan querido y tan entero,
romper distancias ni cercos,
que está más allá del canto,
con una espada de estrellas
y está más acá del sueño.
caída sobre su pecho.


Pero nó esta carne triste
no puede, ¡ah!, que no puede
dolida en saberte ajeno
ni llorar su propio duelo,
que cuando quiere gritar,
porque en las calles del mundo,
debe imponerse silencio.


Te encontré tarde, ¡y ajeno!
Que cuando nombra tu nombre
debe nombrarlo en secreto
el pasado, pasó.


Que cuando besa tus labios
el futuro, es incierto.
los besa entre goce y miedo,
el presente, TE AMO...
bajo un aire alucinado
de despedida en acecho.




Anónimo (no merece serlo)


17 agosto 2006

Te quedaste con todo


Canción I
Te quedaste con todo,
el libro y la memoria,
los paseos y la flor.
Pero yo tengo tus ojos
y de vez en cuando
me miro en ellos –tan tristes y huidizos–para que tú me lo devuelvas todo,
el libro y la memoria,
los paseos y la flor.
Del libro Orikis y otros poemas, de Miguel Barnet